miércoles, 8 de diciembre de 2010

Miradas que dejan huella...

“Tengo sus fotos sobre mi escritorio, y cada día vuelvo a contemplar sus caras, en apariencia tan corrientes, como la de cualquier otro niño de cualquier otro lugar del mundo, pero ahora conozco sus nombres, sus historias, sus familias, y eso lo cambio todo. Me ha cambiado a mí.”.  Cristina

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“Durante el tiempo que allí estuve, pude descubrir la capacidad de entrega a los demás de todas esas personas que anónimamente deciden querer mejorar aunque sea solo un poquito las condiciones de vida de ese pueblo olvidado y castigado del Caribe. Voluntarios/as, religiosas, y muchos vecinos/as que fuimos conociendo poco a poco y que nos fueron enseñando a sacar partido y apreciar lo poco que tienen.”.  Nico

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“En Haití mi mirada fue distinta, tuve la mirada de unos ojos que buscaban más allá de lo materialmente visible, que querían llegar a la esencia de las cosas y sobre todo, al corazón de las personas y en esa búsqueda, apareció Dios. Antes de ir, no sentía a Dios, en Haití dejé mi corazón libre, no puse límites, era una persona nueva que había dejado todo al partir y estaba dispuesta a empaparme de vida. Y apareció y entró en mi corazón, sintiéndolo muy cerca y llenándome de satisfacción por todo lo que vivía, continuamente me sorprendía, continuamente eran sensaciones nuevas o sentimientos que desbordaban mi corazón.”.  Eva

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“De manera individual hemos trabajado cada mañana con un grupo de niños con los que hemos aprendido y disfrutado de lo lindo. Precisamente ahí, en esas pequeñas distancias es donde hemos descubierto la realidad de Cardona, porque lo que más nos ha llamado la atención y lo que más nos ha tocado el corazón no ha sido lo que hemos visto, la apariencia, lo que hemos tenido delante de nuestros ojos; sino lo que se ha dejado entrever, lo que hemos ido descubriendo, lo que ha ido brotando espontáneamente de cada niño y ha querido compartir, lo que a pesar de la normal apariencia clamaba al cielo… ¡Dios mío! ¡cuánta inocencia rota a golpe de injusticia!, ¡cuánta historia de abandono y soledad!, ¡cuanta historia de no saber si se está mejor en casa o lejos de ella!, ¡cuanta historia de “orfandad” teniendo a los padres en casa!, ¡cuánto rugir de tripas de viernes a lunes!, ¡cuánto deseo de recibir un beso, un abrazo, una mueca de complicidad!, ¡cuanta necesidad de sentirse importante, al menos para una persona en este mundo!, ¡cuanta historia desgarradora contada en primera persona por los propios niños!.” Pedro y Reyes
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“Me costó un año decidirme. Un año duro, lleno de tensiones y emociones. Al igual que otras tantas personas que viven en la gran ciudad, con ritmos de vida estresantes, no me libré de padecer de ansiedad. Pese a todos mis esfuerzos y de poseer todas las cosas del mundo: novio, amigos, familia, trabajo, dinero… no lograba recuperarme.
Mi mente, mi cuerpo, mi alma, sentían un profundo vacío en su interior, incapaz de satisfacer. A partir de ese momento volví a nacer, a sentir el día a día, a disfrutar del amanecer y de las pequeñas y simples cosas, tan sencillas ellas, que te llenan de felicidad.” Zaloa
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¡Cada día allá es un regalo, listo para compartirlo con los demás, esperando que les guste. Pero siempre se queda pequeño al lado del que ellos me entregan. La desproporción entre ambos en tan considerable… que una queda impresionada.” Myrian 

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Hoy día de Sábado Santo, el día del “eclipse” de Dios, el día que desde siempre me angustiaba por que era un terrible día “sin Dios”, (a pesar de tener la conciencia de la Resurrección y la esperanza de la Pascua), me resulta más fácil pensar y valorar la presencia de Dios, tengo un rato de tiempo y de nuevo unido a la vivencia de estos días de Pascua y a la búsqueda de sentido del dolor en el mundo, Haití se hace presente.
Haití… Jean-Rabel en concreto es, ahora en la distancia, un lugar de estabilidad para mí, de facilidad para reconocer la cercanía de Dios, de relaciones personales más sencillas y profundas, de sentimiento de valía personal, de estímulo laboral y profesional, de rendimiento de todas las capacidades…”  Loli

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“Después de la experiencia, comienza un proceso largo de digestión, se desdibujan algunos recuerdos, pero ALGO permanece… respuestas que formulamos a preguntas como ¿por qué aun cuando estas personas viven con esa pobreza siguen acogiendo como nadie y son capaces de sobreponerse mirando con esperanza? ALGO debe haber en sus corazones que despierta los nuestros.” Estíbaliz y Fernan

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“Ha sido un tiempo de aprendizaje: el corazón se vuelve humilde. Das gracias por el sol, por la vida y por el pan. Te das cuenta de la importancia de la fe, sin ella, no podrías mantenerte en pie allí. Te das cuenta de que aquella señora es más rica que tú, porque dispone de sencillez, de humildad, de fe y de fuerza, mucha fuerza para seguir adelante.
…Es un regalo que yo no puedo más que indicar dónde está e invitaros a conocerlo. Es un giro en tu vida, en tu interior. “ Ana María
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“La situación de Haití es un bochorno para el mundo, para todos, para mí. Es la nada en medio de ninguna parte, no interesa a casi nadie porque de allí poco se puede sacar y nos da lo mismo cómo vivan sus habitantes. No hay que pretender trasladarles nuestros modos, sino humanizar su durísima vida. Lograr su sonrisa, engrandecer su dignidad.
Haití ha reforzado mi convicción de que no puedo seguir en la educación sin remover las conciencias y el compromiso de tantos jóvenes a mi cargo, gobernantes del futuro.
Me ha persuadido, aún más, de que se necesitan pocos bienes materiales para sentirse bien y me ha certificado que la convivencia pacífica sólo se logra con generosidad.”
Miren
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“A veces la palabra gracias se queda pequeña para el cariño que recibo de ellos, la tristeza de mis despedidas cuando Amadeo, el día antes de irme, me dice: ojala llueva mañana… porque cuando llueve en el Barrio nadie puede irse a ningún lado. Amadeo no sabe que los aviones no temen la lluvia.” Susana

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“Haití entra por los sentidos, la mirada, el olfato, el gusto, el oído y el tacto! La mirada porque no sabes nunca hacia donde enfocarla... porque ellos te miran a ti con la misma sorpresa y curiosidad que tú a ellos, porque la pobreza y la miseria de muchos tienes que mirarla muchas veces para hacerte consciente de que es real... La mirada por los maravillosos paisajes que encuentras, sus playas, las palmeras, los arboles tropicales, los cangrejos que atraviesan la carretera, las mariposas amarillas y verdes que salen de los charcos del camino... El olfato ante la basura que se va pudriendo por el campo, por las calles mezcladas con el barro que nunca acaba de desaparecer... ante los puestos de carne y pescado del mercado donde se exhiben las cabezas de los cabritos junto con sus intestinos, los muslos y las patas de pollo... El gusto por los frutos de temporada que aquí son un manjar: los mangos que caen de todos los árboles y hacen que la gente tenga al menos algo que comer. El oído se agudiza con la banda que tenemos en el Ayuntamiento, justo detrás de casa y que no para de tocar (Nazaret dice que es que no tienen otra cosa que hacer durante el día) y que tienen un trompetista penoso y un repertorio de una sola canción que repiten hasta la saciedad. El oído por los cantos del coro de la Parroquia que se reúne casi a diario para preparar la celebración dominical (una misa de 3 horas que comienza a las 6:30 para que no haga demasiado calor)... El oído porque lo tienes que aguzar para poder comprender las pocas palabras de creol que vas aprendiendo, y casi te sale una sonrisa cada vez que descubres que has podido comprender algo de lo que hay dicho. Y el tacto, la caricia, el contacto de los niños en los juegos, de los pequeños a quienes coges en brazo y no extrañan... el tacto de su pelo trenzado o de una piel parcheada por el polvo que se pega por el sudor. Si, realmente Haití entra por los sentidos.” Arantxa

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“Cada día se vive con la “ansiedad”, la de quien no se quiere perder ningún gesto ni detalle… y me encuentro con que muchas son las miradas que hablan o quisieran expresar pero no saben cómo hacerlo y a la vez… siento que lo dicen todo. No quiero dejar de escuchar todas esas palabras, que aparentemente, parecen que nada dicen y que a la vez lo esconden todo. !cuánta vida … tanta vida!! Siento que he sido testigo directo de la cara y la cruz de sus vidas.”  Carmen

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