jueves, 29 de agosto de 2013

Experiencia de Cojimíes

Nuestra experiencia en Cojiníes


Después de colaborar como voluntarios en diferentes obras de Jesús-María en diversos lugares de América Latina, este año tuvimos el privilegio de poder hacerlo por vez primera en Ecuador, durante nuestras vacaciones veraniegas.
El lugar de destino era Cojimíes, una parroquia (división territorial ecuatoriana) del cantón de Pedernales, en el departamento de Manabí, en la costa del Pacífico. 

Cojimíes es un pueblo muy pobre, en un lugar geográficamente alejado. Está situado en la desembocadura de una ría. El pueblo, de pocos miles de habitantes, no dispone de red de alcantarillado, ni de agua potable. Son frecuentes los cortes eléctricos en la localidad. Sus calles no están asfaltadas y una parte importante de la población vive en maltrechas casas de madera, sobre-elevadas para evitar los nefastos efectos de las mareas o las crecidas de agua. En el pasado, Cojimíes había experimentado la devastación del huracán “El Niño”. 

Las religiosas de Jesús-María fundaron allí una comunidad no hace más de quince años, en unos terrenos de la diócesis, junto a la iglesia parroquial y una escuela de nueva construcción, adyacente. Al comienzo, la Comunidad de religiosas se dedicaba a servir dicha escuela. La imposibilidad de poder obtener financiación pública para mantenerla, obligó a cerrarla. En estos momentos, las instalaciones, que se conservan en perfecto estado gracias al cuidado con que son mantenidas, albergan las sesiones de catequesis de los distintos grupos de la parroquia, dirigidas por las religiosas, así como los encuentros semanales de los grupos de Infancia Misionera y América Misionera, las reuniones vecinales y, una vez a la semana, el ágape que se sirve a los ancianos pobres de la localidad. 


Desde un primer momento, nos sentimos cálidamente acogidos por la comunidad formada por las hermanas Cecilia, Amanda y Catalina, las tres de nacionalidad colombiana. Compartimos también la experiencia con Pilar y Felicidad, dos voluntarias de Valencia muy conocidas y apreciadas en Cojimíes por haber pasado mucho tiempo allí. Ellas colaboran en proyectos sanitarios, de infraestructuras y de integración social.
Nuestra misión principal consistió en organizar conferencias en las tres escuelas públicas de la localidad: Sucre-Mieles, Manuel María Sánchez y Escuela Fiscal Cojimíes. Las conferencias iban dirigidas a tres colectivos distintos: adolescentes, maestros y padres de familia. Las charlas a los estudiantes versaban sobre la responsabilidad y la toma de decisiones. Las que dirigimos a docentes, sobre la formación del espíritu de equipo, tan necesario en sus circunstancias, especialmente para vencer las dificultades a las que se enfrentan. Y con los progenitores hablábamos de cómo favorecer el diálogo con sus hijos. Ahí la asistencia estaba formada casi exclusivamente por madres, pues desgraciadamente no es frecuente en determinados entornos socio-económicos de América Latina como Cojimíes que muchos padres demuestren interés por la educación de sus hijos y acudan a las reuniones.
Constatamos la dificultad de los muchachos para encontrar la motivación necesaria en el estudio y en su futuro posterior, probablemente porque el medio social y familiar no fuera demasiado incentivador en ese sentido. Les animamos a hacerse preguntas y a perseguir con tesón lo que realmente deseaban ser. La desestructuración familiar, demasiado frecuente, no ayuda tampoco a sentar unas bases formativas sólidas. De ahí la necesidad de concienciar a toda la comunidad educativa sobre la complicidad que debe tejerse entre los estudiantes, las familias y la escuela. 
Los voluntariados son ocasiones únicas para compartir con las comunidades de acogida. En Cojimíes también nos hemos sentido muy honrados de poder hacerlo con las religiosas que tan amablemente nos abrieron su casa. Hemos compartido con ellas las oraciones y eucaristías, así como la mesa, las ilusiones y desafíos humanos y pastorales de cada día.
Tuvimos también ocasión de dirigir algunas sesiones de catequesis a niños y jóvenes de la parroquia, para quienes organizamos una velada sobre creatividad y contemplación. Asimismo, nos añadimos a distintas actividades de un grupo de jóvenes universitarios de Loja, una localidad ecuatoriana, que realizaban una semana de misión en Cojimíes.
Nuestra estancia sirvió además para conocer a varias personas de la localidad, que a pesar de la falta de medios, nos manifestaron siempre su amabilidad y simpatía. Una de ellas, para obsequiarnos y expresar su agradecimiento, nos organizó una expedición para ir al encuentro de las ballenas que se acercan a pocas millas de Cojimíes. La bravura del Pacífico, bien significativa en aquella jornada, y las pequeñas dimensiones de la embarcación en la que viajábamos, nos suscitaron una larguísima retahíla de oraciones silenciosas pero, finalmente, conseguimos ver, a pocos metros, unos excelentes ejemplares de cetáceos. El temor fue grande, pero al mismo tiempo, esos momentos resultaron extraordinarios.
Todo ello ha resultado, para nosotros, una gratísima experiencia y pensamos que para los destinatarios de nuestra acción también. Como el viaje hasta Cojimíes es largo, pasamos tanto a la ida como a la vuelta, por la comunidad de Quito. En la capital también pudimos comprobar en primera persona la calidez de la acogida, que como marca de la casa, nos dispensaron las religiosas que allí laboran.
A todas ellas y a cuantos tuvimos ocasión de conocer: ¡Muchísimas gracias!


Alfons Calderón y Josep-Maria Nogué


Agosto de 2013

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