Nuestra experiencia en Cojiníes
Después
de colaborar como voluntarios en diferentes obras de Jesús-María en diversos
lugares de América Latina, este año tuvimos el privilegio de poder hacerlo por
vez primera en Ecuador, durante nuestras vacaciones veraniegas.
El lugar de destino era
Cojimíes, una parroquia (división territorial ecuatoriana) del cantón de
Pedernales, en el departamento de Manabí, en la costa del Pacífico.
Cojimíes es
un pueblo muy pobre, en un lugar geográficamente alejado. Está situado en la
desembocadura de una ría. El pueblo, de pocos miles de habitantes, no dispone
de red de alcantarillado, ni de agua potable. Son frecuentes los cortes
eléctricos en la localidad. Sus calles no están asfaltadas y una parte
importante de la población vive en maltrechas casas de madera, sobre-elevadas
para evitar los nefastos efectos de las mareas o las crecidas de agua. En el
pasado, Cojimíes había experimentado la devastación del huracán “El Niño”.
Las religiosas de Jesús-María
fundaron allí una comunidad no hace más de quince años, en unos terrenos de la
diócesis, junto a la iglesia parroquial y una escuela de nueva construcción,
adyacente. Al comienzo, la Comunidad de religiosas se dedicaba a servir dicha
escuela. La imposibilidad de poder obtener financiación pública para
mantenerla, obligó a cerrarla. En estos momentos, las instalaciones, que se
conservan en perfecto estado gracias al cuidado con que son mantenidas,
albergan las sesiones de catequesis de los distintos grupos de la parroquia, dirigidas
por las religiosas, así como los encuentros semanales de los grupos de Infancia
Misionera y América Misionera, las reuniones vecinales y, una vez a la semana,
el ágape que se sirve a los ancianos pobres de la localidad.
Desde un primer momento, nos
sentimos cálidamente acogidos por la comunidad formada por las hermanas
Cecilia, Amanda y Catalina, las tres de nacionalidad colombiana. Compartimos
también la experiencia con Pilar y Felicidad, dos voluntarias de Valencia muy conocidas
y apreciadas en Cojimíes por haber pasado mucho tiempo allí. Ellas colaboran en
proyectos sanitarios, de infraestructuras y de integración social.
Nuestra misión principal
consistió en organizar conferencias en las tres escuelas públicas de la localidad:
Sucre-Mieles, Manuel María Sánchez y Escuela Fiscal Cojimíes. Las
conferencias iban dirigidas a tres colectivos distintos: adolescentes, maestros
y padres de familia. Las charlas a los estudiantes versaban sobre la
responsabilidad y la toma de decisiones. Las que dirigimos a docentes, sobre la
formación del espíritu de equipo, tan necesario en sus circunstancias,
especialmente para vencer las dificultades a las que se enfrentan. Y con los progenitores hablábamos de cómo
favorecer el diálogo con sus hijos. Ahí la asistencia estaba formada casi
exclusivamente por madres, pues desgraciadamente no es frecuente en
determinados entornos socio-económicos de América Latina como Cojimíes que
muchos padres demuestren interés por la educación de sus hijos y acudan a las
reuniones.
Constatamos la dificultad de los muchachos para encontrar la
motivación necesaria en el estudio y en su futuro posterior, probablemente
porque el medio social y familiar no fuera demasiado incentivador en ese
sentido. Les animamos a hacerse preguntas y a perseguir con tesón lo que
realmente deseaban ser. La desestructuración familiar, demasiado frecuente, no
ayuda tampoco a sentar unas bases formativas sólidas. De ahí la necesidad de
concienciar a toda la comunidad educativa sobre la complicidad que debe tejerse
entre los estudiantes, las familias y la escuela.
Los voluntariados son
ocasiones únicas para compartir con las comunidades de acogida. En Cojimíes
también nos hemos sentido muy honrados de poder hacerlo con las religiosas que
tan amablemente nos abrieron su casa. Hemos compartido con ellas las oraciones
y eucaristías, así como la mesa, las ilusiones y desafíos humanos y pastorales
de cada día.
Tuvimos también ocasión de
dirigir algunas sesiones de catequesis a niños y jóvenes de la parroquia, para
quienes organizamos una velada sobre creatividad y contemplación. Asimismo, nos
añadimos a distintas actividades de un grupo de jóvenes universitarios de Loja,
una localidad ecuatoriana, que realizaban una semana de misión en Cojimíes.
Nuestra estancia sirvió
además para conocer a varias personas de la localidad, que a pesar de la falta
de medios, nos manifestaron siempre su amabilidad y simpatía. Una de ellas,
para obsequiarnos y expresar su agradecimiento, nos organizó una expedición
para ir al encuentro de las ballenas que se acercan a pocas millas de Cojimíes.
La bravura del Pacífico, bien significativa en aquella jornada, y las pequeñas
dimensiones de la embarcación en la que viajábamos, nos suscitaron una
larguísima retahíla de oraciones silenciosas pero, finalmente, conseguimos ver,
a pocos metros, unos excelentes ejemplares de cetáceos. El temor fue grande,
pero al mismo tiempo, esos momentos resultaron extraordinarios.
Todo ello ha resultado, para
nosotros, una gratísima experiencia y pensamos que para los destinatarios de
nuestra acción también. Como el viaje hasta Cojimíes es largo, pasamos tanto a
la ida como a la vuelta, por la comunidad de Quito. En la capital también
pudimos comprobar en primera persona la calidez de la acogida, que como marca
de la casa, nos dispensaron las religiosas que allí laboran.
A todas ellas y a cuantos
tuvimos ocasión de conocer: ¡Muchísimas gracias!
Alfons Calderón y
Josep-Maria Nogué
Agosto de 2013
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